Cuchubal que educa: la historia de Sandra

En un barrio popular de Medellín, donde las montañas parecen abrazar las casas coloridas y el sonido de las motos se mezcla con las risas de los niños, vive Sandra, una maestra apasionada por la enseñanza y convencida de que la educación puede cambiar destinos.

Desde pequeña, Sandra soñaba con ser maestra. Su madre, costurera, siempre le decía que enseñar era “una forma de sembrar futuro”. Con esfuerzo logró graduarse y comenzó a dar clases en una escuela pública del barrio. Cada mañana salía temprano, con su bolso lleno de marcadores, libros y una sonrisa dispuesta a iluminar los salones.

Pero la realidad no siempre era fácil. Los recursos eran limitados: pizarras viejas, pupitres rotos, pocos materiales para los niños y, en casa, un salario que apenas alcanzaba para cubrir los gastos del mes. Sandra muchas veces se sentía frustrada. Veía la curiosidad en los ojos de sus estudiantes, pero le dolía no poder ofrecerles más herramientas para aprender.

Un día, en una reunión con otras maestras, escuchó hablar del Cuchubal, una tradición comunitaria que algunas colegas estaban retomando para ayudarse mutuamente a alcanzar metas personales o profesionales. La idea le llamó la atención: un grupo de personas que ahorran juntas, se apoyan y se turnan para recibir el fondo común.

Sandra decidió unirse. Cada mes, aportaba una pequeña cantidad, haciendo sacrificios para no fallar con su contribución. Cuando llegó su turno de recibir, decidió invertir el dinero no solo en ella, sino en su aula. Compró materiales didácticos, colores, libros y cartulinas. Decoró las paredes con mapas, frases motivadoras y dibujos hechos por los propios niños.

El cambio fue inmediato. Los estudiantes llegaban con más entusiasmo, participaban más, y el ambiente en el salón se llenó de alegría y creatividad. La dirección de la escuela notó la transformación y apoyó sus iniciativas. Con el tiempo, Sandra organizó una pequeña biblioteca comunitaria con donaciones y el respaldo de su grupo del Cuchubal.

Pero el impacto fue más allá del aula. Al ver cómo la disciplina y la colaboración del Cuchubal mejoraban su vida, Sandra decidió formar un nuevo grupo con los padres de sus estudiantes, para enseñarles a ahorrar y apoyarse mutuamente. En pocos meses, una madre logró comprar una máquina de coser, otra inició un pequeño negocio de repostería y un padre invirtió en herramientas para su taller.

Hoy, Sandra no solo enseña matemáticas y lectura: enseña el valor del trabajo en conjunto y la importancia de creer en la comunidad. En su escuela, el Cuchubal se ha convertido en símbolo de esperanza y progreso.

Cada vez que un nuevo ciclo escolar comienza, Sandra les dice a sus alumnos con una sonrisa:

“Así como sumamos números, también sumamos sueños. Cuando nos ayudamos, todos crecemos.”

Y mientras camina por los pasillos coloridos de la escuela, escuchando el murmullo alegre de sus estudiantes, sabe que el Cuchubal no solo le permitió mejorar su aula, sino multiplicar la ilusión de aprender, compartir y transformar vidas.


Tradición que transforma vidas

El cuchubal es más que una forma de ahorrar: es una tradición que ha unido a familias, amigos y comunidades durante generaciones.

Logo

Inclusión financiera práctica con impacto global

Cuchubal

Ecosistema

¿Como funciona?

2025 © COMU. All rights reserved.

Logo

Inclusión financiera práctica

con impacto global

Cuchubal

Ecosistema

¿Como funciona?

2025 © COMU. All rights reserved.

Logo

Inclusión financiera práctica

con impacto global

Ecosistema

¿Como funciona?

2025 © COMU. All rights reserved.