Cuchubal que transforma: la historia de Marta
En las montañas del altiplano guatemalteco, rodeada de milpas y caminos de tierra, vive Marta, una mujer maya k’iche’ que ha aprendido que la vida, al igual que la tierra, da frutos cuando se cuida con constancia. Desde joven, Marta trabajó duro junto a su esposo para mantener a su familia y sostener su pequeña tienda en el pueblo.
La tienda era modesta: unas estanterías de madera con frijoles, arroz, jabón y dulces para los niños. Pero las ventas no siempre alcanzaban. Marta solía preocuparse por el futuro de sus hijas, que soñaban con estudiar en la universidad, algo que en su comunidad parecía un lujo lejano.
Cada noche, al cerrar la tienda, Marta hacía cuentas con una vela encendida y un cuaderno viejo. Veía cómo el dinero entraba y salía, sin dejar espacio para ahorrar. Hasta que una vecina le habló de un Cuchubal, una tradición que su madre ya conocía y que había ayudado a muchas familias del pueblo a salir adelante.
Al principio, Marta dudó. “¿Y si no puedo cumplir con mi aporte?” pensaba. Pero se animó. Junto con otras mujeres de la comunidad —comadronas, tejedoras, vendedoras del mercado— formaron su primer grupo. Cada mes, una de ellas recibía la suma de los aportes. No había bancos, ni intereses, solo confianza y palabra.
Cuando le tocó el turno, Marta invirtió el dinero con inteligencia: amplió su tienda, compró un refrigerador para vender bebidas frías y un molino para ayudar a las vecinas con el maíz. En pocas semanas, su negocio creció. Los clientes llegaban no solo por los productos, sino también por la amabilidad y la sonrisa de Marta.
Con el tiempo, sus ingresos mejoraron. Sus hijas pudieron matricularse en la universidad, viajando cada día al pueblo más cercano para asistir a clases. Marta, orgullosa, las veía salir cada mañana con sus mochilas al hombro y pensaba: “todo esfuerzo tiene su recompensa”.
Hoy, Marta sigue participando en Cuchubales. No solo por el dinero, sino por el sentido de comunidad que le da fuerza. A veces, se reúne con otras mujeres a tomar café y compartir consejos sobre cómo hacer crecer sus negocios. Han aprendido que el Cuchubal no es solo una costumbre antigua, sino una herramienta viva de solidaridad, disciplina y esperanza.
En la puerta de su tienda, Marta ha colgado un cartel que dice:
“Con poquito de cada una, hacemos mucho para todas.”
Y mientras acomoda las frutas en los estantes y escucha la radio local, sonríe sabiendo que su historia —como la de tantas mujeres guatemaltecas— demuestra que las tradiciones, cuando se hacen con el corazón, tienen el poder de transformar vidas.
Tradición que transforma vidas
El cuchubal es más que una forma de ahorrar: es una tradición que ha unido a familias, amigos y comunidades durante generaciones.